por Victoria Rustán [English below]
Hoy [9 de Noviembre, 2019] hacen treinta años que se derribó el Muro de Berlín, un ícono de la vergüenza y de las divisiones en todos sus tipos.
Los muros dividen.
Los muros existen, y se siguen fortificado a lo largo y ancho del planeta.
Los muros excluyen, separan. Duelen.
Tras la excusa del peligro, se esconde el miedo; acaso la vergüenza de ser o no ser.
Pero no nos engañemos: los muros se construyen por odio.
No hay noticia de muros construidos por amor.
Los que se aman, los que se toleran o los que se respetan, construyen puentes, pasadizos o dialectos. Inclusive, miradas. Inclusive abrazos. No muros.
Un dato curioso es que el muro hoy homenajeado, situado en Berlín y que contaba con más de 120 km de extensión, fue derribado por un pueblo dividido, que quería libertad y reunificación. Las dos Alemanias reclamaban ser una. Las dos sociedades reivindicaban su voluntad de ser una, plural y germana, pero una. Sin muros, sin etiquetas. Sin metralletas.
Yo era pequeña, y recuerdo el estupor de mis adultos diciendo que «caía el Muro», que los vecinos lo derribaban «de ambas partes». Hoy leo las crónicas de aquellos que de un lado y del otro, con sus manos, horadaban la piedra que otros habían impuesto, y no puedo sino admirarme. Los del «otro lado», desconocidos y opuestos, se esperaban ansiosos, se abrazaban y festejaban el derribo como viejos conocidos que se vuelven a encontrar. Los ricos y los pobres, los de una mano y los de la contraria, hacían historia: unían. Miraban hacia el mismo lado.
Una lección para el mundo, para nuestros egos o nuestros opuestos: los muros se derriban de ambos lados.

Today [November 9, 2019] the Berlin Wall was demolished thirty years ago, an icon of shame and divisions in all its types.
The walls divide.
The walls exist, and they remain fortified throughout the planet.
The walls exclude, separate. They hurt.
After the excuse of danger, fear is hidden; perhaps the shame of being or not being.
But let’s not fool ourselves: the walls are built out of hate.
There is no news of walls built for love.
Those who love each other, those who tolerate or those who respect each other, build bridges, passages or dialects. Even looks. Even hugs. Not walls.
A curious fact is that the wall today honored, located in Berlin and that had more than 120 km in length, was demolished by a divided people, who wanted freedom and reunification. The two Germanies claimed to be one. The two societies vindicated their willingness to be one, plural and German, but one. No walls, no labels. Without machine guns.
I was little, and I remember the stupor of my adults saying that “the Wall fell”, that the neighbors knocked it down “on both sides.” Today I read the chronicles of those who on one side and the other, with their hands, pierced the stone that others had imposed, and I can only admire myself. Those on the “other side,” unknown and opposed, eagerly awaited, hugged and celebrated demolition as old acquaintances who meet again. The rich and the poor, those of one hand and those of the opposite, made history: they united. They looked the same way.
A lesson for the world, for our egos or our opposites: the walls are torn down from both sides.
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